martes, 25 de abril de 2017

ENRIQUE VERASTEGUI ES DE CAÑETE

El 24 de abril celebramos un año más de vida del reconocido poeta cañetano Enrique Verástegui, considerado por la crítica peruana e internacional como uno de los mejores exponentes de las letras en el Perú y uno de los más importantes poetas de Latinoamérica. Conozcamos la vida de este poeta, forjado entre la calle O'Higgins y el emblemático colegio José Buenaventura Sepúlveda de San Vicente de Cañete.



lunes, 17 de abril de 2017

EMILIO PELÁEZ MONTERO

El 17 de abril se cumple un año más del fallecimiento del reconocido compositor Emilio Peláez Montero, dada en 1990. Hoy recordaremos a este célebre compositor de nuestro San Luis de Cañete, hijo de Emilio Peláez y Maria Montero. Conozcamos un poco más acerca de su historia que inició en el 7 de setiembre de 1935.



miércoles, 5 de abril de 2017

Tragedia en Carnaval de Cañete de 1881

El Carnaval de Cañete de 1881


En este pequeño relato de Juan de Arona nos detalla sobre uno de los temas más controvertidos por la historia de la guerra con Chile, como el de la participación de sectores populares. Durante la guerra se desarrollaron masacres entre negros y asiáticos debido a rencillas internas.


* Descripción de Juan de Arona del levantamiento negro en Cañete, contra la población china, en el contexto de la guerra con Chile. Los chinos fueron convertidos en varios lugares en el chivo expiatorio de la difícil situación. Tomado de Heraclio Bonilla, Un siglo a la deriva. Lima: IEP, 1981; pp. 210-211.


La acción más heroica y original de nuestra colonia china en esos aciagos días, y que se quedaría en el olvido si no la sacáramos ahora a la luz, fue el sitio improvisado que resistió por tres meses contra las fuerzas sublevadas del valle de Cañete. Los negros y cholos de ese lugar, llevaban 30 años de odio gratuito por esos infelices inmigrados; y aprovechando de la acefalia en que quedaron los pueblos con la ocupación de Lima por los chilenos efectuada en el mes anterior, se levantaron en febrero de 1881 a matar chinos. El fútil pretexto inmediato fue una reyerta habida entre un chino y una negra, por haberla mojado ésta a aquél en el juego de carnaval el carnaval fue de sangre, y el Miércoles de Ceniza, de cenizas sin cuento, porque los negros y cholos al mismo tiempo que mataban chinos, incendiaban los cañaverales de las haciendas escuetas, en las que ellos habían seguido viviendo manumisos y parásitos desde 1855. La primera operación quedó terminada poco menos que en un día, la segunda fue larga: acabar con los vastos cañaverales de ocho haciendas, mucho de los cuales seguían creciendo después de quemados (…).


La turba de negros y cholos armados, montados y sin pueblo que los contrarrestara, porque ellos solos habían sido siempre en realidad toda la población del valle, se precipitaron sobre las haciendas una por una. Los asiáticos sorprendidos, indefensos, ignorantes de su culpabilidad, eran muertos a palos, a machetazos, a pedradas, a cuchillo, de mil maneras. Algunos dependientes subalternos, únicos que por entonces tenían a su cargo los abandonados fundos, al ver llegar las hordas, creyendo cargarse de razón. Encerraban a los perseguidos en sus grandes galpones; los asaltantes quemaban, echaban abajo las puertas y ejecutaban a discreción a los inocentes.


A los que buscaban su salud introduciéndose en los albañales más o menos largos, los esperaban en los registros de entrada y salida y conforme iban apareciendo les daban muerte. Otros infelices, creyendo todavía en el tradicional sagrado, se asilaban en la Escuela Casagrande, en la que ya no se velaba la sombra de los ausentes años; allí también eran ultimados por los forajidos, ávidos de venganza y de rapiña, pues de paso se llevaban de encuentro muebles, vidrios, puertas, papeles, destruyendo todo y haciendo con los fragmentos autos de fe en hogueras que encendían en el centro mismo de las habitaciones de sus antiguos y al parecer queridos amos.


Los cadáveres de los chinos eran arrojados fuera, al medio del pasto señorial, en donde antes que de pasto a las aves, servían de profanación báquica y canivalesca a las mujeres y a los muchachos. Las mismas negras que habían compartido el contubernio regalado de las víctimas, escarnecían sus cuerpos mutilándolos y poniéndolos por irrisión en la boca entreabierta, figurando un cigarro, los miembros sangrientos y palpitantes que les amputaban (…).



  • Historia del Perú Contemporáneo. Escrito por Carlos Contreras, Marcos Cueto.