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LA INTERCULTURALIDAD ESTÁ PATENTE EN LA OBRA DEL TRADICIONISTA RICARDO PALMA, LO CUAL NO ES EXTRAÑO YA QUE FUE HIJO DE DOMINGA SORIANO, UNA GUAPA MULATA CAÑETANA.
Por: Maruja Muñoz Ochoa *
Domingo 23 de Octubre del 2011 - El Comercio
En la Lima segregacionista del siglo XIX, vio la luz el escritor peruano más importante de todos los tiempos, creador de un género literario que revolucionó la prosa sudamericana: Manuel Ricardo Palma Soriano. Su madre fue Dominga Soriano Carrillo, guapa mulata nacida en Cañete, y su padre Pedro Ramón Palma Castañeda, un exitoso comerciante andino con aspiraciones de ascenso social.
PLUMA AFRO
En sus “Tradiciones peruanas”, Palma retrata a la sociedad multiétnica de su tiempo otorgándole roles protagónicos a mulatos, zambos y negros, como actores de hechos osados. Tal es el caso de “Un negro en el sillón presidencial”, que narra la hazaña de León Escobar, capitán de una cuadrilla de treinta bandidos que –aprovechando el caos político– toma Palacio de Gobierno y se sienta en el sillón presidencial para retirarse solo cuando recibe una importante suma de dinero. Pasan los años y uno de los que negoció con el bandolero le asegura a Palma “que el retinto negro se había comportado con igual o mayor cultura que los presidentes de piel blanca”.
En “El Rey del Monte”, describe el colorido cuadro de las cofradías de negros de Lima en el siglo XVIII: los angolas, caravelís, mozambiques, congos, chalas y terranovas. Cuenta cómo la reina de los terranovas en 1799, mama Salomé, compró su libertad e hizo fortuna con una mazamorrería, pero calumniada de bruja cayó en manos de la Inquisición y murió de melancolía. Con el tiempo, el hijo de Salomé –hombre libre– se convirtió en el Rey del Monte, jefe de bandoleros que asaltaban en Lima y las afueras. Sus víctimas eran solamente los ricos y, parte del botín, lo repartía entre los pobres. “…en cuanto a su valor y hazañas, referíanse de él tantas historias que a la postre el pueblo empezó a mirarle como a personaje de leyenda”.
¿PARTO COMPLICADO?
Dominga tenía 16 años cuando dio a luz a Manuel Ricardo y cuando finalmente se casó con Pedro Ramón, el pequeño tenía ya cuatro años. No fue inscrito y, en su partida de bautismo, figura su abuela Guillerma Carrillo como progenitora: “…el Presbítero D. Manuel Almiron…, exorcizó, puso Óleo y Crisma a Manuel, de cinco días, hijo natural de Pedro Palma, y de Guillerma Carrillo”. Quizá la suplantación se debió a que la joven madre y el niño sufrieron durante el parto (algo frecuente en las afrodescendientes). Así, se entiende que en el bautizo se aplicara al recién nacido los santos óleos junto con la sal bautismal. No figura la firma del padre: es posible que doña Guillerma, temiendo por la vida del bebé, lo llevara a la pila bautismal y el párroco, al verla, pensara que era la madre; por ello, escribió su nombre (y apuntó “pardo”, eufemismo para negro). El racismo se exhibe, también, en el certificado de matrimonio de sus padres, del 6 de abril de 1837, en el que se consigna que Pedro Palma, mestizo de 35 años y natural de Cajabamba, Huamachuco, “…conforme a derecho ante Vuestra Señoría comparezco y digo: Que tengo tratado contraer matrimonio según orden de Nuestra Santa Madre Iglesia con Dominga Soriano de veinte años de edad, cuarterona libre” (esto es hija de mulata y mestizo en la clasificación colonial). Ese documento consigna un curioso error: dice que Dominga es “hija natural de Tomás Soriano, difunto, y de Guillerma Santa María…”, Santa María en vez de Carrillo. El matrimonio Palma Soriano fracasó prontamente –según el historiador Oswaldo Holguín Callo– por las diferencias raciales, generacionales y culturales. Dominga tenía edad para ser hija de su marido, era costeña con raíces africanas, mientras él era blanco con sangre andina.
VIVIR CON EL PADRE
Roto el compromiso de sus padres, el pequeño Ricardo se quedó a vivir con su padre. Tenía 9 años. “Al quedarse al lado de su progenitor, la atemperada influencia negra que de su madre y abuela materna recibía Palma seguramente pasó a un segundo plano. Si a ello se suma la sospecha de que Pedro Palma quiso mantenerlo alejado de ese ascendiente –por prejuicio o como reacción frente a la actitud de su ex compañera–, habría un distanciamiento entre la madre y el hijo…”, dice Holguín. Sin embargo –también según Holguín–, el joven Ricardo se identificó con la penosa suerte de los esclavos, no negó su ancestro africano y lo hizo público: reconocer una ascendencia tan desvalorizada podía malinterpretarse como un desafío a la sociedad. En la racista Lima postcolonial, eran habituales los vituperios contra lo africano. Ser o parecer negro era un estigma que privaba a las personas de acceder a los círculos de la cultura académica.
BIBLIOTECARIO MENDIGO
Palma fue un liberal y participó en una fallida conjura contra el presidente Ramón Castilla. Estuvo desterrado en Chile y, a su regreso, fue elegido senador de la República. Destacó como prolífico columnista del siglo XX –inclusive en El Comercio– y se ganó enemigos como el escritor y poeta Pedro Paz Soldán y Unanue, conocido como Juan de Arona, quien lo motejó “el tamalero”, aludiendo a su etnia materna. Similar estrategia usó contra él Manuel González Prada.
En 1866, Palma participó en el Combate del 2 de Mayo, contra la escuadra española que bombardeó el Callao. Durante la Guerra del Pacífico, fue corresponsal de varios periódicos extranjeros y combatió en la Batalla de Miraflores. Los chilenos incendiaron su casa y su biblioteca personal. Tras la Guerra del Pacífico, el presidente Miguel Iglesias lo nombró director de la destruida Biblioteca Nacional, cargo que le valió el apelativo de Bibliotecario Mendigo, pues para emprender su reconstrucción y equipamiento puso en práctica un plan que consistía en pedir donaciones puerta por puerta.
Raúl Porras Barrenechea afirmó que “la educadora criolla del tradicionista” fue doña Guillerma con su “visible pertenencia a los sectores más sencillos de la sociedad, por su donairosa personalidad de clara ascendencia africana […]”.
[*] Investigadora de la cultura afroperuana