ENTRE UNANUE Y ARONA
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A la vera de la Carretera Panamericana Sur, en el bien irrigado -fértil- valle de Cañete, a 170 kilómetros al sur de Lima se yergue el Castillo Unanue, singular casa hacienda decimonónica que invita al transeúnte a adentrarse en estas tierras que los incas conocieron como Guarco. Así el viajero -o el turista- puede encontrarse con la Casa Arona y comprobar que el tiempo pasa volando y que allí las edificaciones prehispánicas, coloniales, republicanas y de estos días, tienen huellas arquitectónicas dejadas por milenarios trabajos agrícolas y confrontaciones políticas.
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Este amplio valle llegó a tener en la playa de Cerro Azul, su propio puerto conectado con el indispensable ferrocarril para exportar algodón, y ahora -entre otros recursos- tiene unas casas haciendas que rastrean sus orígenes históricos a cuando el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, dispuso en 1556 la fundación de una villa de españoles en este lugar. Allí recibió tierras don Lorenzo de Arona, quién así dio nombre a la casa y los campos que expandiéndose o reduciéndose se conocen como la hacienda de San Juan de Arona. Por compra o herencia se le agregaron y7o desmembraron los fundos de Cerro Blanco, Gómez, Pepián así como las tierras Guayabal que luego formaron la hacienda Unanue y Montalván. Estos monumentos están marcados por los avatares del paso del tiempo en general y de la historia particular de los hombres y mujeres que allí vivieron acontecimientos mundiales tales como la Ilustración Europea, la independencia de las colonias de España en América, la abolición de la esclavitud, la inmigración oriental a este lado del Océano Pacífico, la Guerra con Chile y su recomenzar, las Guerras Mundiales y -por supuesto- la Reforma Agraria Peruana de 1970.
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Agustín de Landaburu y Belzunce, español liberal, al morir sin descendencia en Europa -a comienzos del siglo XIX- lega estas propiedades donde había pasado su infancia y juventud, a su ilustre maestro y político peruano Hipólito Unanue y Pavón (1755-1833). Éste compra a Bernardo O’Higgins -prócer independentista chileno- la inmediata hacienda de Montalván que para mediados del siglo XX será propiedad del empresario y visionario político Pedro Beltrán Espantoso, propulsor de la modernización de la tenencia de la tierra y la vivienda en el país.
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Esta casa hacienda fue edificada en la década de 1840 sobre una huaca -o pirámide trunca prehispánica-, por José Hipólito Unanue de la Cuba, quién a diferencia de su prominente progenitor, era hombre dado a las aventuras del buen viajar así como a satisfacciones y placeres que están al alcance del agricultor próspero. Este poco conocido personaje muere sin descendencia y estos campos con su casa -de estilo ecléctico y hecha de quincha- pasa a sus sobrinos, entre quienes destaca don Eugenio Larrabure y Unanue (1844-1916), diplomático, político e historiador de significativas obras publicadas. Se trataba de un hombre de avanzada, capaz de traer al país novísimas tendencias europeas para entender nuestra diversidad étnica, ya que como primer presidente del Instituto Histórico del Perú -hoy Academia Nacional de la Historia- propuso en 1906 dejar atrás la ancestral huaquería al escribir: ...Aquí cansados estamos de verlo, llega cualquier viajero, toma una cuadrilla de peones y se echa a desenterrar momias y objetos, sin permiso de nadie, como si estuviese en casa propia, para no dejar más que el recuerdo de su paso… Este polifacético personaje contrae matrimonio con Rosa Correa, y encuentra tiempo para cuidar con identidad local y familiar de este monumento, cuya fragilidad estructural, constituye en estos días tanto una válida evidencia de nuestro fragmentado pasado como de la urgencia de su salvaguarda.
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Margarita Larrabure y Correa, se casa con Antonio Ribero Trimouille en 1921, y juntos consolidan un patrimonio económico y cultural que hereda su único hijo. Marjorie Ribero de Gerbolini nos cuenta como -su padre Antonio Ribero Larrabure asumió la instalación de la electricidad así como de agua y desagüe en este señorial inmueble ocupándose de la preservación de sus reminiscencias medievales tomadas de Europa y Asia, y las precauciones que tomaba para restaurar la pintura mural. No evade recordar la dedicación paterna para innovar la tecnología y la producción agrícola aún cuando sabía que Unanue sería una de las primeras haciendas confiscadas por el Gobierno Revolucionario. Este dueño de la Hacienda Unanue fue quién procedió a su entrega completa -incluso con el mobiliario completo- a la Cooperativa Agraria 186.
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Desde entonces nadie ha cuidado del Castillo Unanue, aun cuando es Monumento Histórico desde 1972 y -por lo aquí dicho- excepcional recurso turístico de la zona. Las precarias viviendas construidas de inmediato por los campesinos en los terrenos que se extienden entre la Carretera Panamericana y este singular inmueble, son ahora prueba fehaciente de una incapacidad de cuidar del patrimonio cultural de la Nación y sus áreas de amortiguamiento, que en su día fueron arboleadas.
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Los resquebrajados muros y torreones amenazan desplomarse con el próximo temblor natural o provocado por sus recurrentes turistas, por ahora, los escolares cañetanos que suben y bajan en tropel por las anchas escaleras que fueron hechas para el desplazamiento pausado. En sus habitaciones algún desvencijado mueble a medio depredar atestigua el despojo perpetrado, para -supuestamente- generar prosperidad. El abierto futuro que aquí se proyecta, ya ha interesado a potenciales inversionistas, quienes se desaniman ante la renuncia de sus actuales propietarios -Agrícola Cerro Blanco S.A.- para proceder a su puesta en valor.
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A más de treinta años de la Reforma Agraria, los supuestos beneficiarios de esta expropiación son personas desconfiadas e incapaces de asumir retos y cambios que pudieran incluir tener que salir de allí, como ocurrió con la descendencia Larrabure – Unanue. Apremia romper esta inercia.
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Esta señorial edificación así como su entorno natural siguió en poder de los descendientes de Francisca Unanue y Pedro Paz Soldán precisamente por que fue declarada Monumento Histórico poco antes de la Reforma Agraria, como cuentan sus propietarios Luis Alayza Grundy y su esposa María Luisa de Losada de Alayza, hija Cristóbal de Losada y Puga, matemático, quien fuera director de la Biblioteca Nacional desde 1948 hasta su muerte, en 1961. Este ingeniero agrónomo e hijo de Francisco Alayza Paz Soldán se instaló en 1952 -con su familia- en la desmantelada propiedad colonial luego de estar setenta años alquilada; para comenzar con la recuperación del campo, sus linderos y acequias, poco a poco a fueron rearmando la casa de sus ancestros y el mobiliario. La emoción de esta salvaguarda tocó la identidad familiar de Elvira Garezón Paz Soldán (hija de Pedro Garezón, último comandante del monitor Huáscar), quién les obsequia unos muebles de cuero con monograma, una inmensa mesa de comedor, y -entre otras cosas- unos jarrones chinos.
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Los esposos Alayza -en su tercera edad y acompañados de su hijo Roberto- nos han acogido en el amplio patio corredor de entrada de su hogar en Arona, nos han llevado a la capilla presidida por la imagen de la Virgen de la Asunción que Fernando VII, Rey de España, regalara a Hipólito Unanue, hemos entrado a la señera biblioteca; de su sala engalanada con óleos y fotografías familiares hemos pasado a almorzar en el alargado comedor con sus floreros repletos de geranios rojos, acogedores y propiciadores de una fluida conversación que no soslaya el abrumador contraste entre la Casa Arona y el Castillo Unanue.
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En la despedida gravita el cómo se cerrará esta brecha.
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- BIENVENIDA. Turismo Cultural del Perú
- Texto: Mariana Mould de Pease. Historiadora especializada en la conservación y uso del patrimonio cultural.
- Fotos: Roberto Fantozzi
VIDEO CASTILLO UNANUE
VIDEO CASA HACIENDA ARONA
3 comentarios:
Arona... era siempre una dicha visitar esa casa, digo cuando se podia visitarla, es una pena ver como ha quedado despues del terremoto, ojala que los Alayza puedan arreglar este gran monumento historico de esta familia y de Cañete
Lastimosamente, sigue peor, y los lugareños a cargo solo saben cobrar entrada, pero la casa está a punto de caer
El Castillo de Unanue, la edificación de la ex-Hacienda Arona, además de otras existente en Cañete, deben recuperarse antes que las inclemencias del tiempo terminen por destruirlas. Qué hace el gobierno o las familias dueñas o herederas de las mismas, que no lo reconstruyen
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