jueves, 26 de julio de 2018

CAÑETE: HERENCIA NEGRA

CAÑETE: HERENCIA NEGRA

En el distrito de San Luis de Cañete, los asuntos de la fe se abordan con una perspectiva distinta. Es un tema de fe y de esperanza, es un tiempo de regocijo y de compartir. También de acompañar, especialmente si la procesión suma festejos y landós por Efigenia, su santa negra.



Texto y fotos: Juan Puelles

Doña Irene musita una oración con la mirada puesta en la serena efigie; la considera su santita, porque, así como ella, tiene la piel color de ébano. La gente se aglomera. Al igual que doña Irene, muchos son afrodescendientes y devotos de santa Efigenia, la santa negra. Unos quieren tocarla, otros la contemplan medio escondidos, quizá rogando para que interceda por alguna súplica o, tal vez, por un "pecadillo" que busca ser perdonado.

La procesión va a iniciarse y acá en La Quebrada, donde Efigenia reside desde hace muchos años, casi no se escuchan las tradicionales marchas procesionales.

SAN LUIS RESPIRA DEVOCIÓN

Las más tradicionales costumbres afroperuanas se conservan vividas en este pintoresco distrito cañetano al que llegamos para asistir a la procesión de la imagen de Santa Efigenia. Allí comprobamos que la religiosidad, en tanto alimenta y alegra el espíritu, puede llevarse con una sonrisa.

La negrita se pasea al ritmo del cimbreante festejo, mientras que el sonido de poderosos cajones invade de alegría la atmósfera de esta luminosa tarde de setiembre, iniciando el peculiar recorrido procesional. Hay un ambiente festivo, pero nadie puede negarle al paso de Santa Efigenia, la solemnidad que despierta su respetada imagen.

Llegamos en la víspera con el propósito de descubrir este rincón donde la estela de la cultura negra pervive en el orgullo de su población. La Quebrada es un apacible pueblito que descansa en una polvorienta pampa del distrito cañetano de San Luis, al sur de la región Lima, el cual, a la herencia negra, suma también pinceladas de legados chino y japonés, los que se evidencian en la Casa China, ubicada en pleno pueblo, y el cementerio japonés, en las afueras de San Luis; en este último, las ceremonias responsoriales aún se realizan con toda su solemnidad.


Retrocedamos en el tiempo. Lalo Campos, encargado del área de turismo de la municipalidad, cuenta que San Luis es el pueblo más antiguo de toda la provincia y prácticamente desde la fundación de Cañete, allá por 1556, ya era mencionado. "Se construyeron grandes haciendas. Para cubrir la necesidad de mano de obra agrícola, esclavizaron gente traída desde el lejano continente africano. Por eso acá, quien no tiene de inga, tiene de mandinga", afirma.


Actualmente, las señoriales casonas de esas haciendas, han sido carcomidas por el paso del tiempo. Además, en algunos casos, la desidia prácticamente las ha destruido. Las que todavía se mantienen en pie, dejan ver parte de su otrora opulencia. Lalo nos guía hacia un desvío en el kilómetro 141 de la antigua carretera Panamericana Sur, hacia los dominios de la hacienda Arona, para contemplar su vieja casona.

El silencio es roto por el silbido de alguna avecilla trepada en uno de los árboles que adornan el jardín. A un costado, la magnífica casona yergue su neoclásico estilo. Y pensar que los grandes campos de cultivo que se extienden a cada costado fueron trabajados por cientos de africanos sumidos en la nefasta esclavitud. Eso ya pasó y ahora, los descendientes de aquellos son el resultado de la rica mixtura que se dio a pesar de lo aciago de esas épocas.

Dejamos Arona para ir en busca de lo que queda de la hacienda Santa Bárbara. Sí, de lo que queda, pues a la vera del kilómetro 135 de la nueva Panamericana Sur, los últimos restos de la que fuera, allá en las postrimerías del siglo XIX, un emporio azucarero, se resisten a caer. El sol se acomoda en el horizonte y las sombras van transformando Santa Bárbara en un espectro silente que parece hundirse en el olvido. Duele ver su estado y saber cómo, cuando un patrimonio no está protegido, se va perdiendo en medio de la indiferencia.

Por ti, negrita

Nos vamos a La Quebrada. Es la víspera del día de Santa Efigenia, la única santa negra venerada en el Perú y declarada Patrona del Arte Negro Nacional. En la camioneta se escucha a Susana Baca, una de las principales difusoras de la música afroperuana; cuyas raíces se entroncan en San Luis. Llegamos y el pueblo bulle de gente. Suena un alegre landó, invitando a la celebración. En el templo, la negrita es preparada para los honores.

"Hace unos años acompañé a un amigo antropólogo que hacía una investigación. Recalamos en La Quebrada, y en plena fiesta conocí a Efigenia. Fue amor a primera vista. Me atrapó. Desde ese día soy devoto y cada año vengo a rendirle homenaje" Y, mientras ayuda en la preparación del anda, la convicción se refleja en el rostro emocionado de Luis Pérez, amigo, colega y vicepresidente de la Asociación por el Arte y la Cultura Negra en el Perú Santa Efigenia".



Luis me cuenta que Efigenia era una princesa africana nacida en Etiopía. Fue discípula de San Mateo, el mismísimo apóstol de Jesús. Ella se convirtió al cristianismo, decidiendo consagrarse a Cristo. Setiembre es el mes en el que se la celebra en varias partes del mundo. Y en América, en el Perú, Colombia, Cuba y Brasil tienen ese privilegio.

Empieza la jarana. Han dado las doce y la alegría se desborda. ¡Saludos a Santa Efigenia!, dice un grito que precede al festejo, al landó, mientras que las danzas afroperuanas desfilan frenéticas.

El día central

La mañana está radiante y el templo luce abarrotado. Diviso a Luis preparando a la negrita para iniciar la procesión. En la puerta, una señora tiene la mirada fija en la efigie. Me atrevo a interrumpirla, sacándola de su contemplación. Irene es su nombre. "Mi negra santita. Ella sabe lo que pasaron antepasados. Es bien milagrosa. Cada año vengo para agradecerle", me dice antes de regresar a su estado de meditación. Sigo mi camino, un grupo de niños sentados sobre sendos cajones criollos flanquea la puerta.

Suena un campanazo y estos se transforman, son puro frenesí sobre sus cajones. Es el inicio de la procesión y juro que es la más alegre que he visto. Las tradicionales marchas no son necesarias, acá es la música afroperuana la que da el ritmo procesional y en el anda de Efigenia, cargada en su mayoría por afrodescendientes, no marcha, baila. La procesión se aleja y tras ella veo a doña Irene rebosante de alegría. También baila, en honor a su negrita.

Son más de las tres de la tarde y, con el perdón de la santa, me deslizo sobre una suculenta Sopa seca rompiendo aún más la algarabía.

Retorno empapado del legado de esta tierra y de nombres como Ronaldo Campos, Caitro Soto, Manuel Donayre, Héctor Chumpitaz, José Velásquez y Josefa Marmanillo, la creadora del turrón de doña Pepa. Todos ellos desfilan en mi mente. En algún lado, vuelve a cantar Susana Baca: "La zamba se pasea... con la batea... landó... Samba malató... landó... bailando se menea pa' que la vea..."

HOJA DE RUTA

  • En la hacienda Arona se rinde honores cada mes de julio a la Virgen del Carmen. La celebración es afro, con bailes y canciones.
  • En Cañete, se ubica el castillo Unanue, a la altura del kilómetro 146 de la antigua Panamericana Sur. Es una edificación de estilo morisco.
  • El aniversario de San Luis es el 12 de enero. Ese día hay concursos y pasacalles. Informes: turismoyculturasanluis@gmail.com / Teléfono: 284-4110

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