Miki González nos muestra en interesante entrevista algunos reflexiones sobe la música afroperuana
Tiene raíces españolas, sus costumbres son limeñas y su música tiene una fuerte influencia afroperuana. La fusión y la mezcla caracterizan la vida y obra de Miki González; uno de los artistas que mejor ha logrado combinar los ritmos de influencia africana gestados en nuestro país con el rock y la electrónica. Lo demuestra el éxito de varias de sus composiciones y la permanencia de éstos en la memoria colectiva.
Su curiosidad innata y su temprano interés por el legado sonoro africano en Occidente no le dejaban otra opción que seguir ese campo musical. "No es posible que hubiese hecho algo distinto a la música afroperuana", señala convencido.
"En la música ese tipo de mezclas siempre ha existido", dice. "Cuando la gente de mi generación era adolescente, escuchaba a The Beatles metiendo una citara de la India o una orquesta en el rock. Todas esas cosas eran naturales en ese momento".
Para Miki el purismo tiene poco espacio cuando se habla de lo afroperuano; género que en sí mismo puede ser sinónimo de fusión, al reunir ritmos africanos e instrumentos que llegaron desde Europa, como la guitarra.
"Nicomedes Santa Cruz no era un purista, y él inventó la mitad de la música negra que consumimos", afirma al mencionar a uno de los personajes que más hizo por difundir e investigar los orígenes e historia de este estilo. "La cultura es así: se reinventa y se recicla", añade.
Sería una aparición televisiva de Félix Casaverde (acompañando con su guitarra al compositor y cantante Juan Mosto) la que llamó la atención de Miki respecto al sonido afroperuano. Esa combinación de las raíces africanas y el jazz con los géneros locales -en este caso, el vals criollo- había llamado su atención tiempo atrás, cuando estudiaba en el Berklee College of Music, en Estados Unidos. Su búsqueda de autenticidad -iniciada con su afición juvenil por el blues- lo había llevado también a Brasil, ese paraíso musical en el que los sonidos locales y regionales, gestados desde las comunidades negras, se valían de instrumentos y de la influencia occidental para configurar algo nuevo.
Su encuentro con Casaverde -uno de los músicos más influyentes del país- le permitiría a González tomar contacto con el lado más auténtico de la música afroperuana y con sus mayores representantes.
INICIOS DE LA FUSIÓN
"Si van a tocar rock, ¿para qué tienen un cajón?". La pregunta la hace una de las asistentes del concierto que se apresta a ofrecer Miki González y su banda en el (hoy desaparecido) local de la Alianza Francesa del centro de Lima. En esta cálida noche de febrero de 1986 la presencia del típico instrumento musical afroperuano y del ágil Filómeno Ballumbrosio llaman más la atención que las de un tal Andrés Calamaro y de Danny Melingo, dos argentinos que aprovechando la visita de su banda -Los Abuelos de la Nada- a la Teletón, se han plegado a esta troupé musical.
El cajonero hace lo suyo muy bien. Su instrumento y su ejecución se adaptan con naturalidad a temas de evidente raíz afro, como "Oba Meboto", la tradicional "A la Molina", y al súper éxito "Dímelo, dímelo", así como a las largas improvisaciones que el grupo desarrolla durante su presentación. La fuerza y la cadencia de Miki en la guitarra complementan a la perfección las secuencias rítmicas que emanan de una batería programada.
Nadie debía sorprenderse. Filomeno es parte de una de las familias más tradicionales de El Carmen, distrito de Chincha poblado mayoritariamente por afroperuanos. Guiado por César Calvo, González llegó hasta esta comarca en 1978 y conoció a Amador Ballumbrosio, patriarca de un numeroso clan, zapateador y cantor, además de memorioso guardián de las canciones y bailes propios de su gente. Sería el inicio de un periodo de colaboraciones entre el músico y la mencionada familia, cuyos integrantes empezaron a ganar protagonismo en sus conciertos a partir de 1991, después que el músico se apartara un poco de la influencia de la música post-punk británica y el rock en castellano made in Argentina, para incursionar con el disco Akundun en fusiones mucho más pronunciadas, basadas en vertientes musicales de raigambre africana de alcance universal, como el reggae, el dancehall y la música nordestina brasileña, pero también en variantes locales, como el festejo y el panalivio.
Así, gracias a temas como el mencionado, "A gozar sabroso" y "La pequeña" (y, uno años antes con el videoclip de "Lola", rodado en El Carmen), Lima y las demás urbes peruanas entraron en contacto con Chincha y la parte más visible de sus manifestaciones artísticas, incrementándose el interés de músicos y mortales comunes por esta zona, hasta entonces más olvidada de lo que está ahora. Sin embargo, González no coincide con quienes alguna vez han considerado a dicha localidad como una suerte de cuna de la música y danzas afroperuanas.
"Lima tiene un componente muy grande del aporte de la cultura afroperuana, y en el norte también hay mucho de ello", señala. "Toda la música de este tipo que se consume ahora prácticamente es la propuesta de Victoria y Nicomedes Santa Cruz, que eran limeños, y de Ronaldo Campos, quien fundó Perú Negro, y que nació en San Luis de Cañete".
González también destaca la figura de Porfirio Vásquez, músico, cantante y compositor, natural de Aucallama, localidad de la provincia limeña de Huaral, y del cañetano Caitro Soto; todos ellos notorias influencias en su música, así como en la de todos aquellos que actualmente cultivan los ritmos negros peruanos.
En una entrevista a Heidy Carolyn Feldman para su libro "Ritmos Negros del Perú, reconstruyendo la herencia musical africana", cuando se le preguntó lo que él piensa sobre cómo sería Chincha hoy, si no hubiera visitado a la familia Ballumbrosio en la década de 1970, Miki respondió con franqueza: "Posiblemente no harían música negra, habrían algunas bandas para animar a los turistas que acuden a la Hacienda San José. Y El Carmen no sería famosa. Si Miki Gonzalez, en lugar de ir a Chincha, hubiera ido a Cañete, lo mismo habría ocurrido allí históricamente. Akundún habría sido un éxito, pero no con la familia Ballumbrosio, sino, con la familia Campos de San Luis (de Cañete)".
Escribe: Fidel Gutierrez
Revista Variedades. Junio de 2011
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