domingo, 19 de octubre de 2008

¿TURRÓN DE DOÑA PEPA ES NATURAL DE CAÑETE?


El turrón es Doña Pepa es un dulce popular y tradicional en nuestro país, consumido preferentemente en octubre, ya que la tradición de este dulce está relacionada con la festividad del Señor de los Milagros. Este dulce atribuye su nombre a Josefa Marmanillo, una esclavizada cañetana de la época colonial, quien en agradecimiento al Cristo de Pachacamilla, viajaba año tras año para ofrecerle su dulce a quienes acompañaban al Cristo Moreno.
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Existe más de una historia sobre el origen del turrón de Doña Pepa. Sin embargo, la referencia más popular indica que Josefa Marmanillo era una esclavizada de San Luis de Cañete conocida con el apelativo de “Doña Pepa”, que destacaba como buena cocinera en la Hacienda donde vivía. La historia cuenta que Doña Pepa comenzó a sufrir una parálisis en los brazos. Debido a esta enfermedad y al aprecio que se le tenía, fue dejaba en libertad. Pero este mal también la dejaba sin posibilidades de trabajar. Es en estas circunstancias que algunos lugareños le comentaron sobre los milagros del Cristo de Pachacamilla. Josefa llegó hasta Lima para pedirle un milagro al Cristo Moreno y tanta fue su devoción que se recuperó de su enfermedad.
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Josefa como agradecimiento a ese milagro, en la próxima salida del Señor, ya estaba apostada en una esquina con una tabla especialmente acondicionada, alzó el turrón con sus dos manos y se lo ofreció al Señor, con fe, amor y agradecimiento. Regresó a Cañete, y en los años posteriores volvía a Lima, donde en las procesiones del Cristo vendía el dulce a los fieles, tradición que continuaron su hija, su nieta, y las generaciones posteriores, hasta nuestros días, en que el Turrón de Doña Pepa, preside, desde hace siglos, las expresiones gastronómicas de la muy devota Procesión del Señor de Los Milagros.

Artículo "Doña Pepa y su turrón". Diario El Comercio. Octubre 2010

Caitro yo recuerdo… HINCADO ANTE EL SEÑOR DE LOS MILAGROS

HINCADO ANTE EL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Yo soy muy religioso. En mi casa todos creían en Dios y mi mamá me hizo devoto de Santa Ana para que fuera mi protectora. Cuando era pequeño hubo una corrida de toros allá en San Luis de Cañete. Era en un corralón y yo tendría unos seis o siete años. El toro se escapó y toda la gente partió la carrera y mis hermanos se subieron al camión. Sólo quedamos abajo mi hermano menor, una prima hermana que era de mi edad y yo. Y el toro se me venía y los subí no sé cómo y cuando me trepé he sentido clarito el aliento del toro. Entonces perdí el conocimiento y me dio un ataque de perniciosa, eso que se te tuerce todito el cuerpo. El médico dijo que si me daban más de tres ataques me moría; y me dieron siete pero me salvé por mi tío. Él, después de Dios, me ayudó a curarme. Desde ese momento me hicieron devoto del Señor de los Milagros y comencé a usar el hábito.

Con mi familia hemos formado una hermandad en Lima. Yo solito mandé a hacer un Cristo pintado, exactamente igual al que hay en las Nazarenas. Ahora tienen el cuadro en la parroquia de mi barrio y para las celebraciones de octubre lo sacamos en procesión. La primera vez fue lindo, emocionante.

Siempre he cargado el santo sepulcro de San Luis de Cañete, desde la edad de dieciséis años, y lo hago hasta ahora que tengo sesenta y uno. Antes cargaba con mis hermanos, uno en cada vara. Son seis cargadores delante y seis detrás al morir mi hermano Enrique, cargaba con uno de mis primos. El anda es igualita a la de Santo Domingo. Para Viernes Santo viajo especialmente hasta Cañete y, después de cargar, con las mismas me regreso.

Caitro Soto de la Colina, 1995

Editor General: Bernardo Roca Rey Miró Quesada

Editor: Gabriel Valle Mansilla

Investigación: Claudia Balarín Benavides

  • De Cajón. Caitro Soto. Carlos Soto de la Colina. Editorial El Comercio. 1995